Hace unos años, en 2017, estuvimos viajando en coche por el centro de México con unas amigas con destino a las Grutas de Tolantongo (en la foto) y sus aguas termales. Cuando ya llevábamos un buen rato en el coche, nos paramos a descansar y a comer unos tacos de barbacoa en un puestecito de carretera en Hidalgo. Hacía mucho calor, pero yo, como siempre, tenía frío, así que me puse la chaqueta que llevaba siempre conmigo. Con toda la razón, mis amigas me miraron con cara de sorpresa y yo me justifiqué: “es que siempre tengo frío y estoy cansada”. Una de ellas me preguntó: “¿Has ido a hacerte analíticas de tiroides? Esos parecen síntomas de hipotiroidismo”. Luego me acordé que otra amiga, meses antes, me había mencionado que, según un artículo que había leído, mi falta de motivación y mi aumento gradual de peso podía ser hipotiroidismo. En ese momento no le di importancia.
Hasta entonces ni siquiera sabía qué era el hipotiroidismo. Pero después de mi viaje a México, empecé a buscar información y a atar cabos de todos los síntomas que tenía y que no había relacionado entre sí. Un mes después iba al endocrino a hacerme una analítica y confirmaba mi diagnóstico: tiroiditis de Hashimoto.
Unas pinceladas sobre el funcionamiento de la tiroides
La tiroides, que está situada en la base del cuello, tiene forma de mariposa y se encarga de producir hormonas tiroideas que influyen prácticamente en todos los órganos y sistemas del cuerpo humano. Las principales y biológicamente más disponibles son la triyodotironina (T3) y la tiroxina (T4), que están estimuladas por la TSH. Así lo explica la Asociación Americana de la Tiroides:

“Para ejercer sus efectos, la T4 se convierte en triiodotironina (T3), eliminando un átomo de yodo. Esto ocurre principalmente en el hígado y en ciertos tejidos como el cerebro donde actúa la T3. La cantidad de T4 producida por la glándula tiroides es regulada por otra hormona que se produce en la glándula pituitaria, la cual está localizada en la base del cerebro, y la hormona se conoce como hormona estimulante de la tiroides (TSH). La cantidad de TSH que la glándula pituitaria envía al torrente sanguíneo depende de la cantidad de T4 que ve la pituitaria. Si la pituitaria ve poca T4, entonces produce más TSH para indicarle a la glándula tiroides que debe producir más T4. Una vez que la T4 en la sangre sube por encima de cierto nivel, se suspende la producción de TSH por parte de la pituitaria. De hecho, la tiroides y la pituitaria actúan en cierto modo como un calentador y un termostato. Cuando el calentador está apagado y hace frío, el termostato lee la temperatura y enciende el calentador. Cuando la temperatura sube al nivel apropiado, el termostato siente esto y apaga el calentador. De esta manera la tiroides y la pituitaria, al igual que un calentador y un termostato, se encienden y se apagan”
La Dra. Wentz en su libro “Tiroiditis de Hashimoto. Pautas de salud para tratar la causa raíz” (2015) enumera algunas de las funciones esenciales que tienen estas hormonas: estimulan el metabolismo de los alimentos que ingerimos, extraen sus vitaminas y producen energía a partir de ellos para, a la vez, producir otras hormonas y desarrollar el sistema nervioso, regulan la temperatura, etc. ¡Y no solo eso! La salud tiroidea también afecta a todas las reacciones bioquímicas del cuerpo humano. Por ello, los síntomas de esta patología son tan variados, porque se manifiestan en funciones muy variadas del cuerpo y empeoran mucho la calidad de vida de las personas que los padecen.
La TSH alta es un indicador en unas analíticas de que algo no va bien (TSH > 2-2,5*). También puede ocurrir que la TSH esté por encima de los valores óptimos, pero la T4 y T3 en valores normales (mal llamado “hipotiroidismo subclínico”) o que la TSH esté en rango pero que haya un problema de conversión de T4 a T3, lo que puede dar lugar a sintomatología igualmente.
Tiroiditis de Hashimoto, cuando el problema va más allá de tu tiroides
Pero ¿es realmente la tiroides el problema? Más de un 90% de los casos de hipotiroidismo tienen como causa la Tiroiditis de Hashimoto, una patología autoinmune que descubrió un médico japonés, Kakuro Hashimoto, en 1912. Parece ser que la Tiroiditis de Hashimoto fue la primera enfermedad autoinmune reconocida en medicina, ¡bingo!
La autoinmunidad se da cuando el propio sistema inmune reconoce procesos fisiológicos normales como invasores y acaba atacando los propios tejidos a través de anticuerpos. Y esto es lo que ocurre con la tiroiditis de Hashimoto, que causa que el propio cuerpo ataque a la glándula tiroides provocando que haya una producción deficiente de hormona tiroidea, y por lo tanto, hipotiroidismo.
Los anticuerpos en el caso de la tiroiditis son los antitiroideos: anticuerpos antiperoxidasa tiroidea (antiTPO, por sus siglas en inglés) y anticuerpos antitiroglobulina (antiTg). Cuando estos anticuerpos salen altos en las analíticas, significa que el hipotiroidismo es de origen autoinmune, y a la larga pueden acabar produciendo una atrofia del tejido de la glándula y, por lo tanto, la pérdida de su función, es decir, la disminución de la producción de T4 y T3. Así, el problema de base no es un mal funcionamiento de la tiroides, sino la autoinmunidad. Por eso, es esencial analizar el panel completo de la tiroides. Por cierto, es una patología que afecta en su gran mayoría a las mujeres.
Frío, cansancio, problemas de memoria… y otras cosas del montón

Imagen: El Servier
Se han descrito multitud de síntomas relacionados con el hipotiroidismo. A priori parece que estos síntomas no están relacionados o simplemente se suelen atribuir al estrés u otras patologías. Pero, por lo general, sí que hay algunos que son más habituales o generalizables y que pueden dar una pista de que algo no va bien:
- Cansancio: yo le llamo “pereza tiroidea”, es una mezcla entre cansancio, pereza y sueño que no se pasa por mucho que se duerma y que afecta a la realización de tareas de la vida cotidiana.
- Aumento de peso: inflamación y dificultad para perder peso.
- Niebla mental y problemas de memoria: dificultad para concentrarse, sensación de no pensar con claridad y tener sueño, despistes.
- Intolerancia al frío: una brisa en pleno agosto a la sombra puede hacer necesaria una “rebequita”.
- Caída de pelo: puede ser más o menos acusada, pero el pelo (y uñas) está pobre y apagado, con alguna zona del cuero cabelludo más claro. Además, se va cayendo el pelo del rabillo de las cejas.
- Falta de líbido: sexo, ¿y eso qué es?
- Sobrepeso y estreñimiento: no hay manera de quitar esos kilos acumulados los últimos años porque el metabolismo está lento, incluso para ir al baño de forma regular.
- Piel seca y eccemas: que normalmente se atribuye al clima o con el estrés.
- Ansiedad y/o depresión: muchas veces mal tratada con fármacos.
Estos síntomas no afectan igual a todo el mundo y la hormona sustitutiva que se suele pautar, la levotiroxina, puede ser suficiente para algunas personas e insuficiente para otras, que tendrán que hacer otras intervenciones que van más allá para llegar a encontrarse bien.
La clave para dar con la causa de todos estos síntomas y el correcto diagnóstico del hipotiroidismo es, por un lado, parar nuestra vorágine cotidiana y escuchar al cuerpo, analizar qué está ocurriendo y no atribuir todo al estrés. Por otro lado, es esencial no normalizar estos síntomas, aunque nos hayan acompañado desde hace años y hayamos asumido que forman parte de nuestra manera de ser (cansancio, pereza, memoria, pelo, etc.). A partir de ahí, una visita al endocrino y una simple analítica de sangre.
Una vez diagnosticado ya podremos saber nuestro punto de partida y trabajar desde ahí. Con intervenciones en alimentación, optimización nutricional y en nuestro estilo de vida, podemos mejorar… ¡y mucho! 😊
Próximamente os iré contando más aspectos de hipotiroidismo. Stay tunned!
*A pesar de que el rango de laboratorio es 4, este rango no está actualizado, desde 2012 la Asociación Americana de Endocrinólogos Clínicos (AAEC), propuso que los rangos de referencia para la TSH deberían cambiar, como afirma la Dra. África Villarroel en su blog.
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